martes, julio 05, 2011

¿Quién si no?

Por 60 florines en bagatelas Pierre Minuit, director local de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, compró a los indios Lenapes la isla de Manhattan. Entonces se llamó Nueva Ámsterdam a lo que hoy es Nueva York, probablemente la capital del planeta. Minuit también fue pionero en aquello de flexibilizar el empleo, auqnue lejos de eufemismos les llamó claramente esclavos africanos. A día de hoy alguien podría llamar al jefe de la tribu Lenapes "gran estadista", o incluso "el mejor presidente de la democracia".

La velocidad y el tocino, pensarán algunos. Permítanme que me explique presentándoles de paso, y por una rendija, lo que es en realidad el mundo del siglo 21, algo que para el pueblo llano -también llamado soberano en época de elecciones- es tan inaccesible como lo era la monarquía antes de que llegase el Diez Minutos: la nueva unidad de medida geográfica en el mundo ya no es el kilómetro, sino el milisegundo.

El milisegundo es la medida de la latencia en las telecomunicaciones mundiales. Hace unos años podía ser un indicativo de lo rápido que podía uno jugar al counterstrike en un servidor extranjero, pero en la actualidad influye incluso en el precio del metro cuadrado en las inmediaciones de Wall Street, por ejemplo, donde las operaciones bursátiles informatizadas pueden ganar o perder, precisamente, por ser un milisegundo más rápidas o más lentas que las del sistema del vecino.

¿Adivinan cuál es el centro del universo en términos de latencia? En efecto. España. Madrid, más concretamente. Y exactamente el Barrio de San Blas, la zona del planeta con mayor infraestructura de telecomunicaciones por metro cuadrado, y con mejor latencia con todos los puntos del globo (lo que no implica que a tu proveedor de servicio le salga del monopolio que tú o tu empresa tengáis acceso a esto, y menos aún a un precio razonable). ¡Ah, el milagro español!

Juan Villalonga, compañero del colegio del jefe de la tribu y primer presidente de telefónica, hoy en día poco pisa España salvo por los flecos de los dos mil despidos de Sintel, que aún ha de cuadrar con la justicia. Es imposible calcular la fortuna personal que hizo a costa del estado español; de todos modos el cerebro humano no asimila bien según qué magnitudes numéricas. Todos los números que rodean la privatización de las joyas de la corona son vertiginosos.

Para que os hagáis una idea, sólo en licencias de frecuencias UMTS, países como Alemania, Francia o Reino Unido, se embolsaron alrededor de 60.000 millones de euros cada uno, mientras que aquí el estado español regaló las suyas por menos de 500. A esto se le llamó "estrategia de estimulación económica del copón de la baraja", a grosso modo, por el preclaro líder cósmico de aquél entonces.

Tiempo ha pasado ya, y las masas claman de nuevo por un nuevo milagro que nos salve de la debacle socialista. Y yo tengo ganas de ver cómo lo harán ahora, que ya no hay telefónicas, argentarias, repsoles, iberias, seats, aceralias, endesas, tabacaleras, campsas, gas naturales, aldeasas, indras, redes eléctricas...

Quiero volver a ver un aumento empresarial interanual europeo del 17% y del 76% en España. Quiero volver a ver un aumento del 28% en el poder adquisitivo de la zona euro y del 3% en España. Quiero ver cómo nos lo vuelven a justificar entre medallas y estampitas. Y, sobre todo, quiero ver cómo los españoles observamos maravillados la eclosión de una nueva Nueva Ámsterdam desde la barrera y a nuestra costa con alguna que otra mayoría absoluta.

1 comentario:

pseudosocióloga dijo...

Pero me consta que todos estos personajes no son felices, ni siquiera se rien la mitad que tú y que yo.