miércoles, abril 27, 2011

El refulgor

Si hiciésemos una media ponderada, podríamos decir que la vida de Fulgencio Brasas no es ni buena ni mala. Es la trampa de las estadísticas: Fulgencio ha tenido tantas cosas maravillosas como terribles en su vida. Esto ha hecho de Fulgencio un tipo complicado. Que no complejo; sino sencillo. Que no simple.
El mundo de Fulgencio, una vez que salió un momento a comprar el pan

Fulgencio Brasas se hizo mayor un soleado jueves de Junio, a eso de las diez y media de la mañana. Y se sintió profundamente contrariado al ver que no se había convertido en ninguno de los protagonistas de las películas que vio de niño. Un despropósito, oigan. Pero aprendió a (mal)vivir con ello.

Fulgencio sabe que es considerablemente inteligente, pero es un don itinerante con el contrapunto del destiempo. Constantemente ha de recordarse a sí mismo que hay gente aún más inteligente que él y, lo que es peor, con intervalos de lucidez envidiables. Fulgencio siempre se ha repetido que "en esta vida hay que ser astutos como serpientes y cándidos como palomas". Pero nunca ha terminado de dominar la práctica: le pierden las prisas.

Fulgencio de vez en cuando consigue ser amado. Pero nunca consigue ser querido. Y a menudo comete el error de encerrarse en una jaula de resentimiento con un grueso candado de veneno, maldiciendo el reflejo de un reflejo, consiguiendo arreglar nada y doler aún más de lo que ya duele (porque Fulgencio Brasas duele, esto es así). Lo más patético es que, en el fondo, Fulgencio sabe que la llave de esa jaula es él mismo. Pero se rebota como un puto crío y no atiende a razones. Fulgencio no es injusto, pero sí extremo.

Exámen de dibujo técnico de Fulgencio
 Fulgencio nunca fue un buen estudiante, y contra todo pronóstico tiene un buen trabajo. Pero sus jefes consideran que no se esfuerza, que no pone interés, que no se responsabiliza, porque Fulgencio es un puto cabezota que se niega a priorizar las felaciones jerárquicas exigidas por contrato. Sus jefes, por descontado y definición, hace tiempo que desconocen en qué consiste exactamente el trabajo de Fulgencio. Debido a sus tropiezos de juventud Fulgencio procura no tomar cosas que le faciliten mantener el ritmo: se jode y baila. Lo de joderse se le da bien, lo de bailar nunca fue lo suyo.

Un día Fulgencio recordaba con su padre lo poco que le gustaban las lentejas de niño, y cómo su padre le sacaba con el plato de lentejas a las escaleras para "reflexionar" sobre la molestia que se había tomado su señora madre en prepararlas toda la mañana. Volvían para el postre con el plato limpio y algún que otro churretón en las mejillas que delataba llorera. Aquellas escaleras eran como Las Vegas: lo que pasaba en las escaleras, se quedaba en las escaleras. Incomprensiblemente ahora a Fulgencio le encantan las lentejas y, desde que vive solísimo, más que nunca. Entre risas y sorprendido por la confesión, su padre le conminó para el siguiente domingo en su casa: prepararían un buen estofado de lentejas y se lo comerían los dos en las escaleras.

Fulgencio, colmado de lentejas.

A Fulgencio no sólo le maravilló la idea, sino que además se dio cuenta de que hacía años que no tenía tanta ilusión por algo. El viernes, al salir del trabajo, pasó por la tienda de delicatessen de su barrio para comprar una botella de vino y reservarla para el domingo. Sin embargo, el domingo Fulgencio se tuvo que pasar el día trabajando por un im-por-tan-tí-si-mo trabajo que había que implementar sin falta y que sus jefes olvidaron comentarle antes. Por la noche Fulgencio se bebió su botella de vino a morro mientras veía porno en internet.

Fulgencio es así, se ofusca por tonterías y a veces se niega a ver que los problemas tienen solución. Que hay más domingos y hay más lentejas, que el trabajo en fin de semana se lo pagan estupendamente, y de cualquier gilipollez termina montando una yihad.

Pese a todo, Fulgencio aún tiene sentido del humor. Se lo pasa bomba él solo. El problema es que no termina de respetarse a sí mismo y, por consiguiente, ni Dios le respeta tampoco. Se lo ha ganado a pulso, pero casi que prefiere que así sea: las consecuencias de que algún día alguien le tome en serio podrían ser nefastas.

Guarda en su casa un juego de pesas, un banco de ejercicios, una bicleta estática y un sin fin de accesorios deportivos; todo lo necesario para el hombre activo y dinámico de hoy que, sin duda, es Fulgencio. Porque un día de estos piensa ponerse a tope, recuperar la forma humana y empezar a cuidarse, que su cuerpo es un templo. Esto lleva siendo así varios años ya. Pero sí, el día menos pensado ya veréis cómo deja de alimentarse de patatas fritas y se pone tochísimo.

A Fulgencio, además, le falta mucha gente en su vida. Y no lo entiende. Y se mosquea consigo mismo porque, tan inteligente y tan simpático que es, al final siempre acaba equivocándose con la chusma que decide tener cerca, y le termina por pasar lo que le pasa, e intenta ponerse en el pellejo de los demás para intentar entenderles y no lo consigue. Y acaba pillándose unos rebotes vitales de cojones, porque es un intransigente y su paradigma social no lo sigue nadie (todo sea dicho, porque es que la gente es lo puto peor).

Pero bueno, volviéndose a enganchar al vicio del tabaco, un par de videojuegos y con unas cuantas canas más en la barba, al final Fulgencio siempre consigue reconocer entre dientes y con la boca pequeña que no es infalible y que no todos tienen que pensar como él (aunque por supuesto su forma de ver las cosas es la buena buena de verdad). No se lo digáis, pero yo sospecho que Fulgencio odia no poder ser el tipo razonable, sosegado y humilde que en el fondo quiere aparentar ser.


Inevitablemente Fulgencio tiene una hipoteca adquirida poco antes del desplome inmobiliario, y una comunidad de vecinos donde todos son imbéciles, abogados, o mezcla de ambas cosas, lo que deriva en juntas de vecinos que ya quisiera Jorge Javier en su programa, amén de derramas en conceptos cachondísimos que sólo Fulgencio abona religiosamente y en el tiempo estipulado. Porque otra cosa no será, pero honrado lo es un rato. En un país como este, y siendo Fulgencio un perdedor multidisciplinar como lo es él, en esto vió la oportunidad de destacar finalmente en algo, ya que a tonto no le gana nadie. Y allí que ha puesto toda la carne en el asador y ha hecho de su sayo una capa.

Por otra parte, Fulgencio es un tipo de gustos refinados. Lo que pasa es que no conoce a nadie próximo que los comparta. Y diríase que lejano tampoco. Le encantaría decir que lo suyo es pose, que es trendy, indie, mainstream, moderno, vintage, underground, industrial o lo que surja. Pero no, Fulgencio lo que es, es un frikazo mal envejecido con un exquisito y sutil toque de macarrismo. Y no lo puede evitar. Mientras en los anuncios de coches sale gente de treinta y tantos recordando melancólicos su juventud rockera, a Fulgencio su jefe le llama la atención día sí y día también por tener el currículo que tiene y sin embargo ir a trabajar con cadenas y calaveras. Y es que, si el hábito no hace al monje, Fulgencio nació siendo ya santo Papa.

Últimamente a Fulgencio también le cuesta conectar con otra gente y, pese a sus ocurrencias y afable personalidad, le falta tema de conversación. Como una gigante roja a punto de estallar en súper nova, Fulgencio siente que la gravedad conformada por su obsesión por él mismo no tiene el contrapunto atómico del volátil hidrógeno del día a día y la interacción humana.

Última radiografía del alma de Fulgencio
Quizá sea este el motivo por el que Fulgencio no encuentra nada últimamente que contar en su blog que no sea sobre él mismo.

Y no queriendo resultar cargante, porque luego sus amigos le echan en cara las choripolleces que escribe, lo hace con un seudónimo imbécil y en tercera persona.

Fulgencio, eres lo peor.

lunes, abril 18, 2011

Astoret y la torrija de Salomón

Los portadores de la verdad única y sagrada vuelven a la carga. La virtud divina y eterna encuentra nuevamente su fuerza en Hazte Oír, la Asociación Estatal de Abogados Cristianos y algún cristofriki más, tal es el poder del Dios del desierto.

Entiendo que cada uno es fruto (o víctima) de su sopa primigenia familiar. Si hay quien afronta la crísis contrayendo matrimonio con Doña Cayetana, cómo no entender que frente a la propia vida haya quien necesite a la garrapata de la religión. Y tampoco es que hablemos de Matrix, no. El cristo-fandom es absolutamente permeable, y de ahí que haya que protegerlo furibundamente contra el laicismo y la libertad de expresión. La libertad de expresión de otros, se entiende.

Esta semana la pasión más fervorosa ha de demostrarse en las calles. Esas calles y esa iglesia que pago yo con mis impuestos. Esas calles donde no hay cabida a la chirigota atea, al blasfemo y malintencionado escarnio de lo sacro, capaz de ofender la sensibilidad y el sentimiento de la sempiterna víctima: el manso rebaño de nuestro buen Señor.

Es cierto, era pura intención de provocar, de faltar al respeto. Un atentado a la libertad de esas buenas, altas y sensibilísimas personas que van a dejarse la espalda en carne viva, a llorar y a derramar sangre y cera en mi calle en nombre de su Dios, representado (él o algún pokémon de su virginal mamá) en un pedazo de abedúl policromado en acrílico. Y lo harán, no ya frente a sus propios hijos, sino frente a los de cualquiera que pase por allí.

Normal que tengan que exigir con beligerancia ese respeto por tan edificantes tradiciones que, inexplicablemente, "nadie" les brinda...

viernes, abril 08, 2011

Juego de mierda

Hay una serie de personas, no muchos, a penas un 2%, una cantidad que ni si quiera reflejan los mayores cocientes intelectuales del planeta, pero sí el dinero. El dinero puede engañar a ese 2% de personas y al otro 98% por igual. Y algún instinto insatisfecho y oscuro de nuestros remanentes prehistóricos debe de andar enredando para que seamos tan susceptibles de ello.

Ese 2%, los más ricos del planeta, puede que no crearan el juego, pero lo han comprado. El juego, las reglas, el mazo de las cartas y la casilla de salida. Es un juego de mierda, esto es así.

Normalmente, uno no juega a un juego de mierda que además está hecho para que gane el mismo jugador una y otra vez. Mi padre, cuando jugabamos al monopoly, se partía el culo de la risa con nosotros. Nos esquilmaba sin compasión. Y cada vez que alguien no podía pagarle, en vez de sacarle del juego, le cambiaba el fregar los platos esa noche -o similar- por poder pasar por su edificadísima casilla de Lavapiés.

No solo el juego se hacía aburridísimo, sino que mi hermano y yo salíamos humillados y cargados de tareas por un mes tras haber perdido una tarde entera. Hasta que no volvimos a jugar a nada con él, claro.

Sin embargo en el juego del 2% uno no puede elegir no jugar. Es tu obligación como ciudadano responsable que vive en democracia caer en la edificadísima casilla de Lavapiés. Y da gracias por ser de los pocos que viven en esa llamada democracia.

Cuando una tribu mataba a las mujeres y niños de la tribu de al lado, lo hacían con un propósito. Tal vez algunos enajenados lo hicieran por puro vicio, pero en la visión global del "ministerio" de asuntos exteriores del chamán de turno tal vileza tenía un propósito. La forma salvaje ha cambiado, pero el propósito sigue estando ahí, tras los chamanes del 2%.

El planeta lleva casi cinco mil millones de años ahí, y ha sobrevivido a cosas peores que las descritas en cualquier librito sagrado. Y seguirá estando allí. Cuando oigo a alguien decir eso de "nos estamos cargando el planeta" no puedo por menos que sonreír: cuánta condescendencia por parte de un microbio venido a más. No. Nos estamos condenando a nosotros mismos. El 2% desea perpetuarse el tiempo que sea mientras los demás aguantemos, y lo que venga después da igual.

Pero siempre hay futuro. Siempre está la posibilidad. Lo que no tiene remedio es el pasado. Todo depende del tiempo que tardemos en entender esto, en liberarnos y en cambiar las cosas. Y me temo que no va a ser pronto: todo indica que, desde nuestro Lavapiés, vamos a seguir jugando y dejandolo todo en manos del 2% que nos ha traido hasta aquí.

sábado, abril 02, 2011

Home

No es nuevo, pero le dedico un post por si los pocos que me leéis no lo habéis visto. Home es un documental fotográfico que se produjo y se distribuye sin ánimo de lucro. La voz en off de la versión en castellano es de Shalma Hayek. Encontrad un rato para verla, porque merece la pena.

viernes, abril 01, 2011

Sympathy for the Atom (II)

La radiactividad, como fenómeno natural, existe en todas las cosas. Tal vez por esto sean tan propensos los "pro-nucleares" a hablar del plátano. No hay peor (y más explotable) miedo que el se tiene a algo que no se puede percibir. Afortunadamente el plátano no es ionizante, como tampoco lo es tu teléfono móvil o la linterna de tu llavero (aunque estos dos últimos irradian considerablemente más), y por tanto son inócuos.

El cosmos es un vastísimo campo de batalla entre la materia y la energía, y ambas están bajo la maldición de tener una relación directa. En nuestra "escala mediana" de este planetucho compuesto principalmente de roca y hierro, la energía está a merced de la materia. Si buscáis un poco sobre cualquier fenómeno cósmico frecuente y cotidiano en el universo, comprobareis que las cosas por aquí andan bastante tranquilas y, afortunadamente, la misma distancia que nos desespera a la hora de abordar la iconmensurable exploración espacial es la misma que nos mantiene a salvo.

Estos "fenómenos cotidianos" que para nosotros son tan raros y violentos poseen componentes energéticos que escapan a todas nuestras escalas. En realidad los raros somos nosotros. Diminutos, insignificantes y terriblemente vulnerables a la naturaleza del propio universo. Nuestro planeta, aunque pequeño, posee un núcleo súper-pesado en constante movimiento que nos proporciona un aislante (y gigantesco) campo electromagnético formidable, capaz de resistir todo tipo de plasma solar.
Nuestra posición con respecto al Sol es la perfecta para tener una atmósfera gaseosa, ingentes reservas de agua en estado líquido y accesible y ciclos estacionales que regeneran la corteza terrestre suavemente.
Incluso tenemos la suerte de contar con la protección de Júpiter y Saturno, cuyos campos gravitacionales sistemáticamente atrapan y desmenuzan sin compasión cualquier peligro ajeno a nuestro sistema solar.
Incluso nuestro sol, ese descomunal titán en cuyo interior la materia y la energía luchan con una ferocidad que nos aniquilaría con tan sólo observarla un poco más de cerca, es pequeño, tranquilo y longevo si lo comparamos con el resto de estrellas de nuestra galaxia. Es como si pudieramos considerarlo una madraza. Somos muy afortunados.

Pero aquí llegó el ser humano, con esa constante fascinación por golpearlo todo con una piedra bien gorda, sólo para ver qué pasa y echarse unas risas. Si bien el mayor hobby de Conan el Bárbaro era hacer abuso del secreto del acero que los dioses olvidaron en el campo de batalla, la del borrego moderno es haber descubierto la relación entre materia y energía. Por desgracia, y como ya he mencionado, aquí la materia va ganando por goleada, así que llevar el proceso de un lado a otro es mucho más sencillo que hacerlo al revés (se puede, pero es todo un desafío tecnológico y económico que, de momento, supone más pérdida que beneficio).

Por desgracia, eso también implica que los recursos energéticos a nuestro alcance dependen directamente de nuestra capacidad tecnológica para dominarlos. En 1964 el astrofísico ruso Nikolái Kardashov propuso un modelo para medir una civilización en tres niveles, dependiendo de su habilidad para aprovechar los recursos energéticos. De este modo, una civilización de nivel 1 tendría que ser capaz de gestionar la energía generada de forma natural por un planeta. El ser humano se encuentra a un 16% de llegar a ese punto.

Con la gran mentira que supone la maldita "independencia energética" de cualquier nación, el siglo pasado nos lanzamos en masa a explotar el moderno recurso de la fisión atómica, y la abrazamos como la panacea del futuro. En un contexto económico, político y social como el nuestro, a un servidor el fomento de esta energía le parece una temeridad y una cagada sin precedentes. Tras toda la frialdad y neutralidad con que puede contar la ciencia, tras ellas están las empresas, el capital y los intereses. Existe una ecuación aplicable a cualquier sistema, por avanzado o primitivo que sea éste, en el que la seguridad y el coste van ligados exponencialmente, hasta el punto de que una seguridad perfecta conlleva un coste infinito. Lo que no existe en matemáticas es una variable que mida el dolor o la pérdida humana, máxime si hablamos de un enemigo invisible que, en caso de aparecer ante nuestras murallas, es capaz de presentar batalla y asedio durante más de veinte mil años.

En el contexo cósmico con el que me he explayado antes, esto supone haber ignorado la tremenda suerte de vivir donde vivimos, y haber metido al enemigo en casa voluntariamente. Por dinero. Algo ficticio que ni si quiera existe más que para nosotros mismos.

Entraré en el "debate" de las energías alternativas. Si todos los billones (con be) de dólares que se han invertido en el último siglo en financiar esta energía basura se hubiesen invertido en I+D, ya ni si quiera estaríamos usando el petróleo.
No me gusta decir que soy "anti-nuclear". Soy absolutamente "pro" desde el punto de vista de que existe un potencial en la energía atómica, pero no es este. El actual es el peor y más chapucero escenario para explotar este maravilloso recurso.
Bajo el manto terrestre poseemos una abundancia casi inagotable de energía. En las mareas, en las devastadoras corrientes ecuatoriales, en los tornados y las tormentas, en el mismísimo aire.
Habrá quien diga que esto es ciencia ficción. Habrá quien tenga un móvil de última generación en su mano, o que esté sentado frente a un montón de plástico y circuitería barata leyendo lo que yo estoy escribiendo ahora mismo en mi despacho y diga que... esto... es... ciencia ficción...

Para mí ciencia ficción es dejar que el destino de la especie responsable de este planeta se rija por la codicia de unos pocos privilegiados, pero quizá yo soy muy cándido e ingénuo y no entiendo las cosas.

Cierto que la tecnología fotovoltáica, por ejemplo, está lejos de aprovechar al 100% todos los fotones que el Sol nos lanza y consiguen llegar a la superficie terrestre. Si será así que, para poder abastecernos exclusivamente de este recurso con la actual tecnología, tendríamos que crear gigantescas extensiones dedicadas tan sólo a este fin, con un coste medioambiental -según la industria- enorme. ¿O no?

¿Descabellado? A mí no me lo parece...


No. Más bien es que no hay una voluntad económica y política para hacerlo. También la actual energía de fisión utilizada en las plantas nucleares no se aprovecha al 100%, hasta el punto de tener un índice de utilidad semejante a la solar. La aleación de cerámica y uranio235 que se usa para alcanzar la masa crítica y alcanzar una reacción estable y duradera desprende varias veces más energía que la que conseguimos al transformarla en electricidad con una turbina.

De lo que tampoco habla mucho la prensa es de los residuos que producen estas centrales. Mínimos comparados con la electricidad generada, sí, pero siguen siendo una hipoteca a muy largo plazo para nuestros hijos a cambio de poder iluminar nuestros casinos de noche.

Estos residuos se guardan bajo tierra en estructuras reforzadas bastante seguras, aquí no hay mucho problema en cuanto a un riesgo potencial. Pero, ¿todo el mundo está dispuesto a pagar el alquiler? De nuevo entra en juego nuestro abstracto concepto del dinero y la cuestionable relación responsabilidad/beneficio de las compañías eléctricas. Os copio un fragmento de un estupendo post que el ínclito Hombre Malo escribió hace un par de años sobre la piratería en Somalia para Plutón Verbenero (un blog buenísimo) que resulta, si no revelador, cuanto menos plausible:

En Puntland la gente vivia de la pesca. No te digo que vivieran bien, pero vivian. Hasta que en el 91 un golpe de estado finaciado desde el exterior derribo el gobierno rojeras que habia mantenido en paz a Somalia desde su independencia en el 69. A ese golpe le siguio otro, y otro, y pronto una guerra civil y despues un estado de guerra continua de baja intensidad. Desde el 91 no existe nada que se pueda llamar "Gobierno Somali". Yo aun recuerdo el resbalon que se dio aquel marine de la era Clinton cuando desembarcaba en Mogadisho y el año pasado les invadió Etiopia para "poner paz".

Y poco despues llegaron los barcos. Barcos de apariencia normal, pero que en vez de seguir su camino se detenian y dejaban caer...de todo. Los primeros simplemente limpiarian sus motores, pero pronto llegaron otros. Mr.Ould-Abdallah, enviado de Naciones Unidas para Somalia, nos cuenta que ante la ausencia efectiva de un gobierno que haga nada, se han vertido residuos industriales, radioactivos, metales pesados y basura hospitalaria. Casi toda procedente de Europa, donde la mafia se ha forrado consiguiendo las contratas de procesamiento de residuos peligrosos y luego enviandolos a la primera costa sin amo que encontraron. Miradlo en un mapa, Somalia está a tiro de piedra del mediterraneo, canal de Suez mediante. Cuando el Tsunami del 2005 llego a las costas somalies mato gente, pero no por su fuerza, sino porque lo que desenterro del fondo se llevo por delante a cientos en las siguientes semanas.

Fukushima es un desastre. Cualquier central de fisión lo es en potencia. Es una tecnología que no podemos dominar aún, y de la que no disponemos de suficientes datos y experiencia para gestionar de forma efectiva y segura. Sin embargo, la hemos implantado con un ímpetu desmedido, haciendo gala del peor rasgo de nuestra especie. No porque algún enajenado no pueda tirarse a la piscina y asumir la responsabilidad de algo que afectará al mundo durante miles de años, sino porque nadie puede proponer semejante aval, seas quien seas. Es tan absurdo que lo hemos hecho. Y a lo grande.

También se nos dice que los habitantes de este planeta nos hemos acostumbrado a vivir con estos índices de consumo energéticos, y que nos hemos vuelto dependientes de la energía nuclear en caso de que no estemos dispuestos a renunciar a un montón de cosas. Suena factible. Y yo, desde luego, no quiero quedarme sin nevera u ordenador en casa. Pero tomemos por un momento la perspectiva de diferenciar entre el consumo en el que podemos incurrir cualquiera de nosotros, y el consumo que podemos ver dando un paseo de noche por el centro de una ciudad cualquiera. ¿Qué creéis que se ve en esta foto? ¿Vuestras neveras y televisores, o los espectaculares excesos de la gestión privada propia de una sociedad de consumo como la nuestra?


Tres cuartas partes de lo mismo se puede decir sobre el reciclaje de basuras o el consumo de agua. Todos estamos muy concienciados con estos temas, y no se me ocurriría desanimaros a la hora de trabajar en casa por gestionar correctamente vuestros desperdicios y ahorrar agua y electricidad, pero el consumo o perjuicio causado por la población del primer mundo no llega ni al 15% del total. ¿Sabéis el agua que se consume en el proceso para crear una botella de plástico, por ejemplo? ¿Y sabéis qué medidas toma la industria para el reciclaje del agua que gasta? Os dejo adivinarlo. Pensad mal y acertaréis (o al menos os acercaréis bastante).

TEPCO ha gestionado de forma fraudulenta e irresponsable (y muy rentable por consiguiente) su planta de Fukushima. Ahora sus acciones han descendido un 70% y el gobierno de Japón (el Estado, el responsable ciudadano contribuyente) se ve obligado a desprenderse de varios cientos de miles de millones de dólares para nacionalizarla y así poder seguir gestionando la crísis de la central. Mientras, la vida de la gente, desde técnicos a habitantes de la zona, está en juego. Y nunca mejor dicho. ¿Realmente alguien espera mantener un debate razonable sobre las bonanzas de la fisión atómica en este contexto de corrupción mundial?

Treinta y cinco millones de personas mueren de hambre al año en el mundo. Leer varias veces esa frase hasta asimilarla del todo. Un cuenco de arroz por persona y día puede evitarlo. Y hablamos de arroz, no de i-phones o de gafas de sol de Gucci. ¿Qué líder mundial puede considerarse a sí mismo como tal existiendo una realidad como esta? ¿Cómo vamos a esperar que, por algo tan rentable como la dependencia energética, un capital privado vaya a actuar responsablemente en aras de los ciudadanos?

Y habrá quien me diga que no soy realista.
Aún cuando el dinero es algo ficticio.

Si quréis que siga escribiendo sobre el tema, tenéis alguna filia atómica concreta, u os interesa que os de la chapa con la energía de fusión y el proyecto ITER, comentad y Somo verá si habéis sido niños buenos este año...